Historia de una matanza.
Todo empezó una mañana en la cual un grupo de personas se bajaron de unas camionetas blancas, pregunte a un amigo ¿que era lo que ocurría?,”Nos están contando” me dijo, es algo que la gente “ civilizada” llaman catastro, quieren saber cuantos de nosotros : vivimos, comimos, dormimos y morimos en las calles del gran Santiago, nos llamaban muy amablemente y nos daban comida que yo solo había visto en las pantallas de de los televisores de las tiendas del centro, una vez que ganaban nuestra confianza, nos revisaban todo el cuerpo y escribían en un cuaderno, algunos fueron vacunados , para según estos bondadosos hombres pacemos un mejor invierno,”ven acá me dijo un gordito simpaticón, te inyectare para que estés sanito, yo al ver la enorme aguja preferí dármela de choro y salir corriendo ,los demás se quedaron obedeciendo los requerimientos de los hombres de blanco.
Yo en aquellos Díaz no vivía solo, no, compartía mi vida urbana con otros sietes compañeros, un anciano, tres adolescentes y cuatro adultos, éramos ocho en total, y a pesar que vivíamos de la limosna de la gente y de las sobra del DIA que nos daban los restoranes del centro éramos felices, una familia de vagabundo viviendo sin estrés, ni estábamos en dicom, y aunque nos bañábamos solo cuando llovía, no aparentábamos ser ni tener lo que no era.
Dos de los tres adolescentes eran hijos míos, bueno como si lo fueran, eran hijos de “la flaca”, otra hija de la calle, muerta hace 3 años bajos las ruedas de un loco en el barrio suecia, desde aquella noche ellos pasaron a ser parte de nuestro clan, y yo como líder su padre.
Los Díaz fueron pasando, y a pesar que el capitalino vive a mil por hora, ahora tenían un toque diferente, habían cartelones de sujetos que yo nunca había visto,y que ellos no se imaginaban lo que era pasar una noche de invierno durmiendo en la calle .un dia nos visitaron unas amigas de una institución que de vez en cuando nos visitan con alimento y cariño, una de ella me dijo que tenga cuidado, que había un sector que quería hacernos desaparecer del mapa santiaguino, luego un muchacho la llamo y se marcharon .
Una madrugada en que el frío se acentuaba en los huesos y el hambre en las tripas, nos encontrábamos unos cuarenta sujetos frente al palacio de moneda, el anciano estaba enfermo y los demás muy inquietos, y de un improviso vimos llegar una de las camionetas blancas que en la otra ocasión nos trajo alimento, al verla todos los sujetos corrieron hacia ella encontrando así un alivio alimenticio que ayudara a pasar la noche, en el vehiculo venia el gordito simpaticón , que traía como la otra vez una enorme bolsa con pan , y un sujeto flaco, con cara de mala vida, el único que no fue a la camioneta era el abuelo que se encontraba tirado en la vereda, al verlo el tipo flaco, lo reviso, para luego inyectarlo y tomarlo entre sus brazos y luego depositarlo al interior del vehículo,”no valla abuelo” le grite, “no te preocupes muchacho”, me dijo,” de seguro me llevan a un lugar en donde estaré mejor”,al escucharlo me sentí un poco mas tranquilo y guiado por el hambre fui con el resto a comer el tan esperado trozo de pan, cuando le di el primer mordisco me cercioré que tenia un gusto muy amargo el cual escupí de inmediato,¡no coman ¡grite con todas mis fuerzas, pera ya era tarde, los hijos de la flaca , estaban retorciéndose en el suelo y botando espuma por la boca, los demás comenzaban con los síntomas y otros simplemente ya no se movían, así como se Iván desmayando el tipo flaco los subía a la carrocería de la camioneta, en un descuido mío y a pesar que yo no había ingerido nada , también fui ingresado a la fuerza al dichoso vehículo, cuando me encontraba en su interior el panorama era aterrador, todos mis amigos arrumados como si fuesen basura sin valor, mas que para la muerte en un descuido de los sujetos pude salir huyendo, corrí, corrí, corrí, vague y llore toda esa noche, hasta que el día me encontró sumido en la tristeza del recuerdo de mis amigos.
Ese mismo día fui al lugar de los hechos ,temeroso ,cauteloso, casi invisible, pero aunque hubiera traído un huracán en mi voz no me hubieran tomado en cuenta , ese dia el palacio de moneda se encontraba rodeado de guardias, periodistas y curiosos, luego escuche sonar un instrumento , momentos después vi salir al presidente, yo quise aprovechar el gran momento y hacerle ver mi gran tristeza por lo ocurrido la noche anterior en las afuera de su casa, para llegar hacia el tuve que pasar por delante de las cámaras de televisión, atravesarme en un desfile, y aguantar las risotadas de los curiosos que estaban en el lugar, cuando ya estaba a pocos metros del manda mas, un sujeto fortachón me toma del cuello y me tira a varios metros de la comitiva, matando por completo mis esperanzas de poder intercambiar algún comentario con el mandatario.
La tarde trascurrió estéril, hubiera querido ingerir aquel alimento letal antes de convertirme en un ser casi inanimado.
Al otro día mis amigas vinieron a vernos, ellas si se percataron de lo sucedido y dieron cuenta a los medios de comunicación, pero todo fue en vano lo único que se dijo que aquello fue una matanza controlada y respaldada por la ley, hoy me pregunto si en el futuro habrán mas matanzas amparadas por la ley, en contra de los ancianos, los niños o los minusválidos , solo porque no son un aporte productivo para el país.
Para algunos soy casi un héroe, pero yo, seque no soy masque “el rucio” perro callejero sobreviviente de la matanza del 10 de marzo.
Autor :Victor Rocco